"Tenemos todo para ser felices, pero falta, tal vez, sabiduría, lucidez, moderación..." Yves Michaud, filósofo francés.

jueves, 26 de febrero de 2015

"El impostor", de Javier Cercas



"El impostor”, de Javier Cercas

o una reflexión personal sobre la España del siglo XX




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Puede que últimamente hayáis leído algunas reseñas sobre este libro que ahora os presento y que me gustaría comentar. 



Se trata de: “El impostor”, de Javier Cercas (Penguin Random House Grupo Editorial)




En él se describe la vida de Enric Marco, un personaje real que durante muchos años falseó su biografía y se hizo pasar por un superviviente de los campos de concentración nazis y un luchador antifascista. Cercas intenta rastrear al hombre que se oculta detrás del personaje y entender sus motivaciones y el contexto que posibilitó que este engaño se fraguara, se mantuviera en el tiempo, y finalmente se descubriera.

Tal vez lo que más me ha gustado del libro no ha sido la historia de Enric Marco, aunque es sorprendente y fuera de lo común, sino el retrato de varias épocas de la historia reciente de España que el libro hace a través de la vida del protagonista. Para mí ha sido como ver las fotografías en blanco y negro que una cámara situada en plena ciudad de Barcelona hubiera ido captando en distintos momentos del siglo pasado.
Está bien echar la vista atrás, de vez en cuando...




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Foto de Gabriel Casas: La Rambla vista desde el quiosco de bebidas de Canaletes (1930) 



Lo primero que reconozco es la Barcelona pre-bélica de los años 20 y 30, tal vez porque l’àvia Pepita, mi abuela paterna, era una niña entonces y algo me contó de esos años mientras aún vivía. Es una Barcelona que intuyo, a través de sus palabras y de centenares de fotos en blanco y negro que habré visto a lo largo de mi vida, tanto del álbum familiar como de revistas o reportajes de la época y muchas lecturas que me han enamorado, como “La plaça del diamant" de Mercè Rodoreda.

Una época que me deslumbra por ser el antes del ahora, con unas señas de identidad que siento como propias, y unas ideas que muchos quisiéramos para hoy. Empezaba el siglo XX con todo por hacer todavía y se podía soñar en un mundo mejor, de hecho era casi una obligación moral soñar con construir un mundo mejor. En Catalunya, por ejemplo, con el cambio de siglo apareció el “Noucentisme”, un movimiento cultural dinamizador, que tenía la mirada puesta en Europa y en el Mediterráneo clásico, recuperando “lo bueno” del pasado para construir un futuro racional, bello, sublime, donde las artes y las ciencias elevarían a la humanidad a las más altas cotas de satisfacción y plenitud. Hermoso propósito… muy lejos de los actuales parámetros.

Esto me da que pensar en qué hubiera pasado si las cosas hubieran ido de otra manera. Pues, aunque en esa época en España seguíamos siendo en su mayoría agricultores y seguía habiendo una tasa de analfabetismo brutal (aprox. 1,5 millones de analfabetos), ¿quién dice que mujeres como mi abuela, que nunca fue al colegio, si las circunstancias no hubieran sido las que fueron a causa de la guerra y sus cuarenta años posteriores de envenenamiento sistemático de la cultura y las libertades, no habría acabado leyendo a los clásicos, pintando acuarelas o cantando arias para gran satisfacción de su noble alma?




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Paseo de la Castellana de Madrid a principios del siglo XX




Volviendo a las imágenes de esa época, me llaman la atención rasgos de la moda de entonces (si es que puede llamársele "moda", tal y como la entendemos hoy, a ese modo de vestir igualitario, que consistía en una única muda de diario de lunes a sábado y otra muda para el domingo y demás fiestas de guardar). Ningún hombre sin sombrero, abrigos recios, chalecos, camisas blancas... Cogotes rapados a navaja justo debajo de melenas vigorosas, rostros curtidos, de piel más oscura (puede que debido al efecto de la foto o a un menor uso del jabón, no lo sé).
Mujeres sin cintura ni caderas, las curvas bien disimuladas y faldas-saco hasta media pantorrilla, cabelleras domadas y nunca demasiado largas, labios finos pintados de oscuro.
De familias humildes como la de mi abuela, del corazón del barrio de Gracia en Barcelona, desempolvo estas instantáneas: baños públicos, lavaderos comunitarios, palomeras en els “terrats”, muchas horas de costura para hacer remiendos a la citada muda única, café solo, pescado fresco en el mercado, hortalizas y verduras de temporada traídas del extrarradio urbano por las “pageses”, tranvías, caballos y burros por la calle, obreros fumadores y menestrales con mandiles.


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Carrer Gran de Gràcia, 1910?

































Fueron ésos los años previos a la proclamación de la República (la Segunda, ya que la Primera, 1873-74, apenas alcanzó a gritar “Viva la República!”, que ya fue frustrada por sus divisiones internas y las fuerzas externas conservadoras que restauraron la monarquía, en este caso la Borbónica, con Alfonso XII).  



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Primera República Española





La Segunda República duró apenas un sextenio, de 1931 a 1936. Seis años complicados, de gran agitación social y política, en los que se hizo lo que se pudo, que en muchos aspectos fue mucho.







Con el entusiasmo de su proclamación, bajo la presidencia de Manuel Azaña, la República emprendió unas reformas de modernización del país como nunca más se han vuelto a ver. Empezó una reforma agraria en favor de los trabajadores, promulgó una ley de “adelgazamiento” del cuerpo militar, se autoproclamó aconfesional, declaró la libertad de cultos y suprimió el presupuesto de la Iglesia, también legalizó el matrimonio civil y el divorcio y prohibió la práctica de la enseñanza a las órdenes religiosas. ¡Toma ya!


Creó más de 10.000 escuelas por todo el país, aunque tenía intención de crear 27.000 pero no le dio tiempo, construyó bibliotecas, ideó y extendió las Misiones Pedagógicas (algún día me gustaría dedicarle unas líneas a estas Misiones, que son lo más altruista, disparatado, flipante, generoso e idealista que he conocido nunca, pero de momento recomiendo la lectura de “Todo lo que se llevó el diablo”, de Javier Pérez Andújar, una ficción espléndida, muy bien escrita y documentada sobre una de esas misiones, formadas por grupos de maestros, escritores, fotógrafos, técnicos... que recorrieron los pueblos más apartados de la geografía española y les llevaron la poesía, el teatro, la música, la pintura, el cine…) 

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Misiones pedagógicas



¿Imagináis lo que podía pensar un pobre pastor analfabeto de los montes de Asturias viendo por primera vez una película en la pared de la iglesia de su pueblo?







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Segunda República Española












¿O los niños y niñas de un pueblecito de las Alpujarras asistiendo a una representación de títeres o abriendo las páginas de un libro ilustrado por primera vez?).













Así es, hace cien años, los dirigentes de este país tenían claro que lo que haría de España un país grande, libre y digno no sería otra cosa que la cultura de sus habitantes, (igualito que hoy). Lo más sorprendente es ¡que se pusieron manos a la obra!

Pero nada de lo que aquellos maestros dedicados y generosos pudieron hacer para abrir las mentes castradas de los pobres niños y niñas españoles iba a prepararles para lo que vino a continuación.
La Guerra Civil. La guerra entre hermanos. La peor de las guerras.
Como bien cuenta Javier Cercas en “El impostor”, cada cual sobrevivió como pudo a esos años, aunque muchos, demasiados, no sobrevivieron y se quedaron esperando eternamente en la trinchera de la incomprensión, entre fuego cruzado.




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Foto de Agustí Centelles

























Ya sé que me voy de una cosa a la otra, pero quisiera hacer aquí mención a mi abuelo materno Ramir Bullich Tella, que antepuso sus profundas creencias religiosas, -con el primer mandamiento “No matarás” por bandera-, a sus obligaciones como ciudadano español y pasó los tres años que duró la contienda escondido en un armario de una casa de payés (¿o fue en el desván?) con tal de no participar en la lucha fratricida. Increíble, ¿verdad? Pero no menos cierto. He ahí un hombre con principios.


La República tuvo la mala suerte de nacer en un momento globalmente complicado, con Estados Unidos sumido todavía en la Gran Depresión, así como Europa, y no encontró inversores para sus empresas, ni los inversores locales se fiaron de unos cambios tan “democráticos”, en el sentido original del término: el poder para el pueblo. Con la Iglesia echando humo cual Lucifer, el Ejército humillado y los sectores conservadores viendo peligrar sus privilegios en favor de la plebe, el golpe de estado no se hizo esperar.
De un golpe de estado, perpetrado por un puñado de militares sublevados, no cabe esperar nunca nada bueno, pero a los tres largos años de enfrentamientos, acusaciones, traiciones y asesinatos que desencadenó este golpe y que supusieron la guerra propiamente dicha, le sucedió un período de nada menos que ¡cuarenta años de oscuridad! Cuarenta años de privación de libertad. Cuarenta años de fascismo puro y duro.

Javier Cercas, a través de la vida de Enric Marco, retrata con acierto los primeros años de la posguerra en Barcelona, donde unos desconcertados y sobretodo hambrientos supervivientes trataban de recomponer sus vidas encima de los escombros. El ya lejano sueño resplandeciente de un mundo gobernado por la razón, el civismo, el arte, la ciencia, la belleza… quedó totalmente sepultado bajo el polvo de los edificios bombardeados y la sangre derramada de miles de inocentes. En Europa empezaba la Segunda Guerra Mundial.


Pero como de todos es sabido que el tiempo es el mejor aliado contra el olvido, en cuarenta años el país fue cambiando (ver si no la serie “Cuéntame”), y el régimen del terror y su caudillo fueron debilitándose progresivamente hasta su muerte y extinción (extinción nunca del todo suficiente, por otro lado, ya que Franco dejó muchos hijos bastardos cuyos nietos inexplicablemente hoy siguen campando a sus anchas por el país, convencidos de que cualquier tiempo pasado fue mejor).

Evidentemente, la posguerra española abarca toda una generación, la de mis padres, que merecería capítulo aparte. No es mi intención entrar en ella, sólo quería reflexionar un poco sobre los orígenes de esta España que habitamos, los movimientos ideológicos que la han intentado dirigir, con mayor y menor acierto, con mayor o menor generosidad.
Este libro de Javier Cercas me ha dado pie a volver la vista atrás y hacer memoria de un tiempo y una época que yo no viví pero sí mis padres, abuelos y bisabuelos, una época que haríamos bien en no borrar de nuestra memoria, porque, nos guste o no, forma parte de nuestra historia colectiva.

La mayor parte de las fotos las he sacado de un blog titulado "La Barcelona d'abans, d'avui i de sempre", cuyo enlace pongo aquí por si a alguien le puede interesar:



Ahora vivimos en democracia. (Aunque seguimos siendo una monarquía).
Y afortunadamente vivimos en paz.
Me lo he preguntado muchas veces:  llegado el caso…¿actuaría yo como mi abuelo materno?


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Foto de boda de Ildefons Morraja y Josefa Ximénez 
(Barcelona, 17.08.1941)

Dedico este capítulo a mis abuelos y abuelas, que vivieron esa España que despertaba, que soñaba, que luchaba y que moría.

5 comentarios:

  1. Una bona retrospectiva, però la llàstima és que som on som, que no hem avançat el que calia. Tant de sofriment i lluita per arribar a aquesta societat que només és bona per uns quants. M'ha agradat

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  2. Me gustó mucho tu entrada.... Seguro q tu abuelo estaría orgulloso..... Sigue así !

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  3. Molt bo, has de continuar escrivint, aquest tema pot donar molt de si et recomano que llegeixis Las tres bodas de manolita de Almudena
    Grandes, és de la mateixa època però a Madrid, i els fets son molt semblants.
    I es cert el que diu en Javi,els teus avis estarien molt orgullosos i els teus pares ho estan.
    Albert

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. Bon article. només una errada: la foto referenciada com "Passeig de Gràcia a principios del siglo XX" és el passeig de la Castellana de Madrid

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