"Tenemos todo para ser felices, pero falta, tal vez, sabiduría, lucidez, moderación..." Yves Michaud, filósofo francés.

martes, 27 de enero de 2015

Las Sardinas (II)






SEGUNDA PARTE


Te he reconocido nada más verte ¡Estás igual! ¿Yo también?
¿Qué tal el viaje? ¿Muy cansada? Estos autocares no son nada cómodos ¿Una peli? Ah, mejor. Te apetece pasear, tomar algo… ¿Vamos a casa? Me tienes que contar tantas

cosas… ¡Oh, Ángela, estoy tan contenta de volver a verte…! 
Hace tanto tiempo… Vamos paseando si quieres. Te
encantará esta ciudad, ya verás ¿Qué tal por el pueblo? 
Sigue todo igual, imagino… ¿Y Teresa? Ya sé que se casó pero ¿cómo le va? ¿Dos niños? ¡Ya! ¡Qué barbaridad! ¿Ah sí? ¿Se parece a mí la pequeña? ¡Ja ja, pobrecita, pues! Yo bien, bien. Currando mucho, ya ves. Pero no me quejo. Hay muchos que no encuentran trabajo ¿Que me ves muy flaca? Pues no sé, chica, como siempre. Tú estás un poco más rellenita ¿Quién? ¿Quién es Juanjo? ¡Ah, tu novio! ¿Y te prepara cosas buenas? Ah, que es cocinero, qué bien… ¿Tres años juntos? Aaaah, el amor… se te ve feliz. Y yo me alegro un montón por tí… No, yo no estoy con nadie. He tenido algún rollete… salí con un par de tíos… pero nada, al final estoy mejor sola ¿sabes? Bastante tengo con cuidar de mí misma como para andar preocupándome por un hombre… ¿Que te cuidan ellos a tí? Bueno bueno… Sí, ahora vamos para allá. Compartido, sí, con dos chicas más. Bueno, ya sabes, nunca puedes estar a gusto con todo el mundo… pero bastante bien. Yo voy a mi rollo, limpio lo que me toca y me encierro en mi cuarto. El mío es el mejor, tiene balcón y puedo tener mis plantas y a Ronald, mi ninfa macho, te encantará. Le he enseñado a hablar, ¡jaja! Tengo también dos tortugas de agua y unos peces. Perros o gatos no me dejan tener, ya me gustaría, da igual, los sábados que libro en la tienda de animales colaboro de voluntaria en unas cuadras de caballos que ayudan a niños ciegos y retrasados ¿te lo crees? Es genial lo que hacen esos bichos ¡Y los niños son tan felices ese rato...! Me gusta ir ahí y limpiar los caballos. Algún día me gustaría tener uno… bueno, ¡qué tontería! ¡En el piso no creo que me dejaran tenerlo, jaja! También cuido a un abuelo los festivos y algunas noches cuando me llaman. Al pobre se le va la cabeza que no veas… no creo que dure mucho… Me tendré que ir buscando otra cosa. Sí, turno partido, es una mierda. Me llevo el tuper y como por ahí, si no, gasto mogollón en el metro. Cuarenta minutos de metro hasta el centro comercial. El trabajo está bien, con los animales, lo malo es que pagan poco y hay que aguantar a la gente, que de todo hay, y a veces te vuelven loca. Pues de todo: cachorros, loros, conejos, peces, tortugas, hasta un camaleón, serpientes… de todo un poco... ¿Sabes, Ángela? Me encantó tu carta. Estuve llorando dos días seguidos. No te rías, no, de verdad que me tocó la fibra. Y yo que pensaba que me había olvidado de todo, que el pasado ya no me perseguía… Pero supongo que no se puede borrar el amor. Lo malo se olvida, lo bueno no. ¿Que por qué me fui? Pues, por lo mismo que papá, supongo, no soportaba a mamá, jaja. Al final imagino que tenemos bastantes cosas en común… Y lo estaba pasando fatal en ese pueblo. No tenía amigos y en el Instituto la habían tomado conmigo, ¿recuerdas? ¿Que no lo sabías? Es verdad, tú eras una cría y yo no te contaba nunca mis penas. Cuando terminé la ESO me largué. Lo tenía pensado desde hacía tiempo ya, lo iba planeando y con las clases particulares y los trabajillos del verano ahorraba dinero para el viaje ¿Miedo? Pues claro que me daba miedo. Pero no podía hacer otra cosa, Ángela. Mamá me ahogaba con sus historias de depresión, con sus amenazas de quitarse la vida y encima quería hacerme sentir culpable de sus desgracias. Llegó un momento en que no soportaba estar a su lado. Tú no sabes cómo la odiaba… Sí, ya sé que está enferma, que es débil… todo lo que tú quieras pero, por cierto, ¿cómo está? ¿la ves mejor? me alegro, pero para mí sólo era una mujer egoísta que no respetaba a sus hijas ni se respetaba a sí misma, y si hubiera tenido que estar un año más en esa casa… no sé qué habría pasado. No podía respirar, Ángela. Tú no te acuerdas porque eras muy pequeña pero mamá me hacía la vida imposible, y como Teresa pasaba de todo y andaba siempre fuera con sus amigos, yo era la que me ocupaba de todas las tareas de la casa y me encargaba de todo… Acuérdate de quién te acompañaba al médico cuando estabas mala, o quién te preparaba la cena o te ayudaba con la tarea... o preparaba el disfraz de carnaval... Los vecinos venían a quejarse a mí de mamá, de sus idas de cabeza constantes y era yo la que apaciguaba los ánimos. Y eso sumado a los idiotas del Instituto… mi vida era una mierda. Así de claro. Sólo veía opciones fuera de ahí, así que cuando me salió la oportunidad, lo preparé todo para largarme. ¿Te acuerdas de los Fowlder? Durante un tiempo estuvieron en el pueblo, en los chalets. Sí, la familia inglesa de los niños rubitos. Cuando se mudaron, les propuse irme con ellos y trabajar de canguro a cambio de comida y cama ese verano. Ellos pensaban que mamá lo sabía y estaba de acuerdo. Yo inventaba cartas de agradecimiento y llamadas falsas de mamá a ver cómo me iba. Terminó el verano y les pedí un tiempo más. Al final tuve que contarles la verdad, ya había confianza, y como estaban contentos conmigo, no hicieron nada. Al contrario, empezaron a darme un pequeño sueldo. Con él me pagué un curso de auxiliar de veterinaria en una academia y me saqué el título. Luego, no sé por qué, empecé a obsesionarme con encontrar a papá. Poco a poco iba pensando más y más en él y, aunque sabía que papá no iba a solucionarme la vida, necesitaba hablar con él y saber por qué nos había abandonado. Era como si necesitara saber qué ocurrió para poder seguir adelante con mi vida, ya ves. Al final di con él. Sí, contacté con él a través de la constructora para la que trabajaba antes de mudarnos al pueblo. Se ve que ahora andaba currando en unos invernaderos, en Almería. Se puso contento. Al menos eso creo. Estaba como siempre. Bueno, tú apenas te acuerdas de él, eras una cría cuando nos dejó. Pasé tres días en su casa, que en realidad era unos barracones cutres que había instalado el patrón para los trabajadores. Una noche me dijo que él no había querido irse así y que nunca había querido abandonarnos como lo hizo. Pero que mamá le obligó. Que no soportaba más a mamá y que se estaba volviendo loco. Y nos dejaste a nosotras con ella, ¿no?, le dije yo. No me contestó. Bueno, después de eso ya no le he visto más. De vez en cuando me llama, cuando se siente culpable, supongo, y le huelo el aliento a alcohol a través del teléfono. Siempre me pregunta por tí y por Teresa. Le digo que no sé nada de vosotras… Hasta hoy.  Ahora ya le podré contar algo. Sí, te daré su número. Se pondrá contento si le llamas. Con la familia Fowlder estuve muy a gusto, casi me voy con ellos a Inglaterra cuando volvieron para allá, pero justo me salió un trabajillo en una tienda de chuches y me quedé. Por las mañanas temprano limpiaba un bar de copas y de ahí me salió también para limpiar un gimnasio. Me fui a vivir a una habitación de alquiler. Con los años he ido cambiando mucho de trabajo y de casa. He hecho de todo, Ángela, te lo crees ¿no? ¡de todo menos meterme a puta, jaja! Aunque alguna ya he conocido y no le iba tan mal… Demasiado flaca, que si no… me decía cada vez que me veía, jaja... La Aurora… ¡qué jodida! Bueno, eso fue una época un poco mala de mi vida. Demasiada noche y malas compañías, supongo. Todos tenemos malas rachas ¿no? Conocí a un tío y me enamoré de él hasta las trancas. Pero él solo me usaba para divertirse cuando le apetecía… ya me entiendes… Andé colgada de él casi dos años, hasta que me di cuenta de que estaba haciendo la gilipollas y corté con él. Tampoco le importó mucho, supongo que ya hacía tiempo que me tenía sustituta. Dejé el alcohol y la vida nocturna, que no me aportaba nada bueno. Es lo mejor que he hecho después de irme de casa.
Ya ves, tengo qué contar ¿eh, hermanita? ¿Cuándo dices que tienes que volver? ¿Tres días? ¿Sólo? Bueno, menos da una piedra, angelito mío. ¿Habías visto alguna vez tantos loritos sueltos, en libertad? Se están convirtiendo en una plaga. Se pusieron de moda como mascota y con los años han conquistado el espacio aéreo de la ciudad. ¡Las palomas están acojonadas, jaja! ¿Amigos? Bueno, alguno. Pero más bien pocos. Ronald. Y los caballos. Ellos son mis mejores amigos.




FIN











¿Por qué he escrito este “final” tan poco de cuento de hadas? ¿Por qué no concederle a Merche un futuro diferente, un hogar cálido y familiar, una pareja con quien compartir los días y las noches, una vida "feliz", en suma? Tal vez porque creo que una infancia desdichada, pobre en amor y cariño, truncada demasiado pronto... es una infancia perdida para siempre, cuya ausencia nunca va a poder ser reemplazada del todo. Es probable que una experiencia con el amor demasiado efímera, casi onírica, y por contra un roce con el desamor constante e implacable, haga creer al adulto que no necesita el amor para vivir. 
Por eso he imaginado este futuro para Merche... ¡Pero aceptaría y celebraría otros desenlaces!

1 comentario:

  1. Quantes Merches i famílies així hi ha actualment.....M'ha agradat tot i que hi ha moments que expliques moltes coses en un espai molt curt. Continua escrivint !!

    ResponderEliminar